Si yo fuera Santos, me daría pena viajar a La Guajira para anunciar unos pinches pozos. Cuatro años después, lo que tiene para mostrar son unos pocos pozos que inauguró Iragorri con parafernalia y muchas promesas huecas. Dicen que son 3.000 los niños muertos de hambre. En otros parajes habría bastado para tumbar un gobierno o, al menos, un ministro. Aquí sirve para que los políticos saquen pecho con limosnas de última hora.
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