Venezuela, gracias al coronel y su funesta herencia, es hoy una nación fallida.
No dejarán el poder. Con o sin votos, seguirán imponiendo su régimen dictatorial. Ni por un momento permitirán que la oposición asuma el control de la Asamblea Nacional y comience la tortuosa cruzada para restaurar la democracia.
Maduro, el mafioso Cabello y sus secuaces emplearán los medios a su alcance para mantener el chavismo contra la voluntad del pueblo venezolano. Que pierden, pierden, y será por goleada –el 89 por ciento cree que el país está mal o muy mal–, cosa distinta es que acepten la derrota y permitan a sus rivales legislar.
No ganarán pese a controlar los medios de comunicación audiovisuales y acorralar a los pocos periódicos que quedan libres; a pesar de meter presos a líderes opositores para amedrentar a los venezolanos que rechazan el chavismo y aunque continúan aplicando el más rastrero populismo que le aprendieron a su venerado antecesor. Resultan patéticos comprando votos con la promesa de regalar 4.600 taxis, licencia incluida, y un millón de casas gratis.
Nada puede tapar el absoluto fracaso del sistema socialista radical. Venezuela, gracias al coronel y su funesta herencia, es hoy una nación fallida.
Si en Colombia preocupa una inflación del 5 por ciento, cómo será una subyacente del 375 por ciento que los analistas calculan tiene Venezuela. Hoy (mañana será más caro), una familia venezolana de 5 miembros necesita 14,8 salarios mínimos para costear los gastos básicos del mes. Ni hablar de lo que ahora son lujos en un país que derrochó la bonanza petrolera: un pernil de los que querrán comer en diciembre cuesta seis veces más que el año pasado, y algo tan popular como las papas fritas de McDonald’s se volvieron inalcanzables. Después de 10 meses de no servirlas por falta de insumos, regresaron a las hamburgueserías. “Los clientes, emocionados hasta que les decimos el precio”, comentó uno de los directivos de la empresa norteamericana.
Una de las características de ese socialismo extremo, mediocre y populista, además de la corrupción sin tasa de la dirigencia política y militar, son sus ataques cotidianos a la iniciativa privada. La izquierda latinoamericana, tan proclive a descalificar a los empresarios y a nacionalizar compañías para atiborrarlas de funcionarios y hundirlas, la celebró con envidia al principio, creyendo que por fin un presidente ponía en marcha la segunda revolución castrista.
El resultado de 15 años de gobierno es el conocido: escasez, escasez y escasez a la cubana, ruina del aparato productivo y represión para conservar el bastón de mando, espejo fiel del modelo Fidel Castro. La producción de alimentos cayó el 65 por ciento por falta de divisas e insumos, y no menciono el desastre de PDVSA, que merece capítulo aparte, así como la inseguridad.
Conozco lo que ocurrirá el 6 (triunfo de la oposición y fraude del chavismo), pero es difícil adivinar lo que pasará del 7 en adelante. Colombia, que ya se quitó de encima a la Kirchner, necesitaría un triunfo de los demócratas venezolanos así Santos siga respaldando a los íntimos de ‘Timochenko’ y el futuro de Venezuela sea turbulento e incierto. Seguir con la dictadura será siempre el peor escenario.
SALUD HERNÁNDEZ-MORA